¿Qué prefieres: lo malo conocido o lo bueno por conocer?
Cuando tienes miedo de ese paso de fe
Menospreciaron esa bella tierra; no creyeron en la promesa de Dios. Refunfuñaron en sus tiendas de campaña y no obedecieron al Señor. (Salmo 106:24-25, NVI)
Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.
Mejor mi parcela que el país que me ofreces.
Mejor mi estancamiento que tu adrenalina.
Mejor andar encorvado bajo mi techo de lona remendada que caminar erguido y expuesto por la salvaje tierra de tu libertad.
Mejor asegurar un poco más las estacas que permitir que tu Espíritu me lleve en volandas.
Mejor mis centímetros cuadrados archiconocidos a que me asalten tus retos durante largos kilómetros por descubrir.
Mejor mi monotonía que tu aventura.
Mejor mi visión de túnel que el panorama de tus promesas.
Mejor mi vigilia solitaria a la luz de mi hoguera que avanzar campo a través bajo la bóveda de tus galaxias.
Mejor mi microcosmos cómodo y limitado que tu cosmos infinito y terrible.
Mejor los cachivaches de mi tienda a un palmo de mi nariz que molestarme con la bella expansión de tu lejano horizonte.
Mejor el laberinto de mi paisaje interior que tu guía por bárbaros territorios.
Mejor hundirme ensimismado sobre mi manta roñosa con el corazón marchito y mi lengua protestona que cantar tus alabanzas bajo el cielo abierto de tu invitación.
Mejor dar rienda suelta a mi menosprecio incrédulo que creer y arriesgarlo todo.
Y tú ¿con qué te quedas? ¿Con lo malo conocido o lo bueno por conocer?
Sacude la murmuración y asómate. Deja atrás la oscuridad de la tienda. Tu obediencia no puede brotar de una madriguera. Necesitas salir y parpadear al sol hasta enfocar la vista. ¿Ya puedes apreciar el horizonte? Contempla el panorama de Dios —promesa tras promesa cumplida— hasta que creas. Y confiando, obedece.